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Insertando el feminismo entre las grietas del Estado

27 jul 2023

Nayeli Flores y Ana Salgado

Voluntarias de Global Thought

El término “Feminismo de Estado” es controversial, y puede parecer contradictorio por distintas razones. Quizá porque la idea de Estado-nación ha tenido y tiene estructura patriarcal y visión masculina, o porque el Estado no atiende las necesidades de los movimientos feministas, o porque definir qué es el feminismo ya representa un abanico de posibilidades.


Sin duda, todas estas posturas son válidas y respetadas. Es claro que el Estado ha institucionalizado y legitimado el poder masculino. Pero ante un escenario tan fatalista surge la duda, ¿y entonces qué hacemos? ¿cómo buscar un cambio en aras de alcanzar la igualdad de género, si incluso las instituciones están permeadas por ese sistema de dominio llamado patriarcado?


Derivado de la premisa anterior, surge un dilema que ha sido objeto de un eterno debate entre las diferentes perspectivas feministas: ¿Qué es mejor? Encontrar las grietas dentro de las estructuras del Estado y buscar generar cambios desde adentro, o bien, evitar un involucramiento directo con éste, pues resultaría contradictorio modificar las estructuras estatales con las mismas herramientas que nos oprimen.


Dada la complejidad de la teoría feminista de Estado es imposible brindar una respuesta tajante sobre la aplicación de una u otra posibilidad, pues resultaría en un análisis simplista, binarista y totalmente carente de la interseccionalidad por la que el movimiento feminista tanto aboga. Ha sido complicado dar una respuesta contundente a este cuestionamiento debido a la variedad de las perspectivas feministas, que surgen de las vivencias y experiencias de cada una de las mujeres e identidades no hegemónicas, aquellas que dan argumentos válidos para que el Estado sea —o no— partícipe activo del feminismo.


¿Es posible que este Estado tan opresor y patriarcal sea transformado en uno donde la igualdad de género sea una realidad? ¿O será necesario esperar a derribar al Estado y sus instituciones para lograr cambios? Si bien, para muchas personas la segunda opción sería un ideal, la realidad es que no es posible saber cuándo y cómo (o incluso si ocurrirán) estos cambios. La otra realidad es que aun cuando el trabajo por lograrlo continúe, en el corto plazo también se necesitan soluciones eficaces.


A pesar de los múltiples cuestionamientos y críticas que puedan hacerse al Feminismo de Estado, éste surgió gracias a mujeres teóricas que tenían una perspectiva feminista como oposición al Estado patriarcal. Esto demuestra la incidencia que han tenido los movimientos feministas en la política. El Feminismo de Estado pone al centro la capacidad de reconocer y garantizar derechos e incorpora las demandas históricamente ignoradas de los movimientos feministas.


Es preciso encontrar las grietas dentro del sistema y tomarlas como un área de oportunidad para el adecuamiento y resignificación de un espacio fundamentalmente patriarcal. El Estado fue construido por los hombres, para los hombres, por lo que las mujeres y otras identidades no hegemónicas terminan por ser excluidas de las esferas públicas, particularmente de los espacios de representación y toma de decisiones.


Si bien algunas ramas del feminismo abogan por la exclusión parcial o total del Estado dentro del movimiento bajo el argumento de que es éste el que ha propiciado los sistemas de opresión, lo anterior puede interpretarse como la absolución del deber del aparato estatal en cuanto a la salvaguarda de los derechos y obligaciones de las personas. Dichas perspectivas son, no sólo válidas, sino también necesarias, pues contribuyen a la deconstrucción y reconstrucción del Estado para encaminarlo hacia la presencia de la perspectiva de género en sus estructuras.


Si se identifican las estructuras de poder estatal, se hace posible la incidencia del movimiento feminista para la exigencia, no solamente de condiciones equitativas de desarrollo y de igualdad de derechos, sino también como una contraposición a las estructuras de dominación que persisten dentro de sus instituciones. De lo contrario, éstas se ajustan a un nuevo contexto, aparentemente inclusivo, pero sin desaparecer por completo. Ejemplo de ello es la presencia femenina en la SRE; aunque ha existido un aumento considerable en la plantilla del Servicio Exterior Mexicano (SEM), las mujeres continúan ocupando, en su mayoría, cargos administrativos, mientras que los hombres ostentan puestos ejecutivos[1].


No obstante, otras acciones han sido un ejemplo de rupturas en el sistema y evidencian que incluso dentro de la estructura patriarcal hay espacio para los feminismos. Algunos ejemplos son los regímenes de políticas de género, clasificación para instituciones y políticas públicas o GRES (Gender Results Effectiveness Scale, por sus siglas en inglés).


Para finalizar, el feminismo de Estado es la resistencia y el trabajo de mujeres que han logrado cambios dentro del sistema patriarcal. Esta corriente busca crear una sociedad más inclusiva para todas las personas, y eso es un acierto para la igualdad. Quizá algún día los sistemas y estructuras cambien, pero mientras lo hacen es necesario seguir buscando y abriendo esas grietas, e insertando en ellas acciones concretas desde el feminismo o la perspectiva de género que ayuden a lograr sociedades más igualitarias para todes.


[1] Philipson, D., Arceta, D. & Velasco, A. (2022). “La Política Exterior Feminista. Una Evaluación Breve”. Internacional Feminista.

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