Irán y su revolución feminista
30 sept 2022
Norma Yrasema Deirdré Bazán Mayagoitia
Las y los iraníes llevan años demandando la mejora de sus condiciones de vida y han sido varias las voces valerosas que han expresado su inconformidad contra el régimen teocrático.
En el mundo, la búsqueda de las mujeres por alcanzar el pleno respeto y goce de sus derechos ha sido larga, tortuosa, y su consecución ha implicado violencia, represión y muerte para muchas de ellas. En pleno siglo XXI la pugna continúa, pues el reconocimiento de derechos reproductivos, civiles, políticos, laborales, e incluso, de los fundamentales, aún no se logra en su totalidad.
Un ejemplo claro de lo anterior lo encontramos en la República Islámica de Irán, en donde ocurre un fenómeno que podría conducir a una nueva revolución, pero esta vez, de corte feminista y derecho humanista. Ello, tras la tortura y muerte de una joven de 22 años de nombre Masha Amini, a manos del cuerpo represor estatal denominado Gasht-e Ershad, que puede traducirse como policía moral.
Masha fue interceptada por la Gasht-e Ershad y trasladada a una estación policial, acusada de llevar mal puesto el hiyab y mostrar algo de cabello. Las autoridades niegan las acusaciones de tortura y muerte, calificando este hecho de “incidente desafortunado”. En su defensa presentaron videos editados, argumentando que la muerte de la joven se debió a un paro cardíaco repentino; sin embargo, el cuerpo presentaba claras huellas de violencia, y se determinó que murió por traumatismo craneoencefálico.
Lo anterior derivó en protestas multitudinarias en más de cien ciudades iraníes, en las que se exige el cese de la opresión contra las mujeres, el fin del régimen totalitario y la destitución del presidente Ebrahim Raisi, quien tiene un perfil ultraconservador y es un cercano aliado del líder espiritual de Irán, Alí Hoseiní Jomeini y quien tomó posesión en agosto de 2021 tras dejar la titularidad del poder judicial.
Las autoridades de esa nación, dando una controvertida interpretación al Corán, obligan a las mujeres a cubrir sus rostros con el hiyab, un pañuelo o pañoleta a la que se le asigna un valor cultural y religioso. Adicionalmente tienen prohibido cortarse el cabello, utilizar maquillaje, dar muestras de afecto en público y deben estar esencialmente subsumidas a sus familiares varones, por lo que la principal función de la policía moral es vigilar el cumplimiento del estricto código de conducta pública, amparados en un rígido marco jurídico y sustentados en un represor sistema judicial.
Además, el régimen iraní rechaza cualquier influencia de occidente y considera las expresiones de los organismos internacionales como una intromisión a su soberanía, por lo que a los dirigentes y clérigos les resulta inadmisible que las iraníes se comporten o utilicen vestimenta similar a la que se usa en las naciones occidentales, o que existan pronunciamientos de organizaciones o dirigentes de otras naciones a favor de ello.
Las y los iraníes llevan años demandando la mejora de sus condiciones de vida y han sido varias las voces valerosas que han expresado su inconformidad contra el régimen teocrático. Podemos mencionar el caso de la joven Sahar Khodayari quien, en el 2019 al conocer su posible sentencia de seis meses de prisión por haber entrado a un estadio de fútbol vestida como hombre, se inmoló frente al Tribunal Revolucionario Islámico de Teherán; también la desaparición y posterior ejecución del luchador Navid Afkari, cuyo cuerpo fue encontrado hasta el 2020, y quien se presume fue asesinado por protestar en contra del gobierno.
Irán es un país de paradojas, pues por un lado se observa que hay pequeños avances respecto a la educación y participación laboral de las mujeres; pero por el otro prevalece un régimen represor cuya legislación sobre la vestimenta y otras medidas prohibitivas y discriminatorias ha sido creada y va específicamente dirigida en contra de las mujeres. Las autoridades no ceden, pues consideran esto como una lucha de principios y las discusiones versan en el sentido de que, si se concede la libertad para dejar de usar el hiyab, deberán ceder otros derechos y libertades que son en su perspectiva, contrarias a su religión.
Las manifestaciones derivadas de la muerte de Masha demuestran que en Irán hay ya un movimiento revolucionario feminista que podría extenderse a Irak y otros países de Medio Oriente, lo que en sí mismo es insólito y esperanzador. Las protestas refuerzan el camino iniciado hace algunos años y aunque el desenlace se anticipa aún lejano y de resultados inciertos, hoy estamos convencidos de que en Irán existe la determinación y el valor para hacerle frente a un régimen clerical y en extremo conservador, donde los preceptos del Corán están por encima de todo, incluso de la vida de sus mujeres.
Hoy llena de optimismo ver que en ese país cientos de hombres, abuelas, madres y niñas realizan acciones simbólicas en público como bailar, cantar y cortarse el cabello, exigiendo un cambio, demandando derechos y protestando por una muerte más. Es momento de contribuir desde todos los espacios posibles, es urgente visibilizar la lucha y es necesario levantar también nuestras voces apoyando el movimiento.
Debe alentarnos el hecho de que vivimos en una época de incesantes cambios en los que hemos sido testigos de hechos históricos inauditos, impensables en otros momentos, lo cual vislumbra que, de continuar esta lucha feminista en Irán y otras naciones, estaremos en el camino correcto para lograr que se modifiquen los ordenamientos jurídicos que concedan a todas las mujeres, la totalidad de los derechos.
Sobre la autora: Norma Yrasema Deirdré Bazán Mayagoitia es Licenciada en Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey; Maestra en Ciencias Sociales para el Diseño de Políticas Públicas por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y doctorante en Administración Pública en el Instituto Nacional de Administración Pública.
Seleccionada por el Bureau of International Narcotics and Law Enforcement Affairs (INL) del Departamento de Estado para participar en el Programa de intercambio para la profesionalización policial y judicial. Es becaria de la Universidad Nacional de Defensa de los Estados Unidos, por conducto del William J. Perry Center for Hemispheric Defense Studies.
Profesora investigadora en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez donde labora desde el año 2013; sus líneas de investigación incluyen Seguridad, justicia y género, sistema policial y sistema penitenciario.
Su experiencia laboral incluye la Policía Federal Preventiva, la Procuraduría General de la República y el Servicio de Administración Tributaria.