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Mexicanos al grito de Trump

6 dic 2024

Víctor Hernández

Especialista en seguridad nacional y egresado del Centro de Estudios Hemisféricos de Defensa William J. Perry de la Universidad Nacional de Defensa de Estados Unidos

Donald J. Trump, presidente electo de los Estados Unidos de América, ha prometido una intervención militar en México para acabar de una vez y para siempre con los cárteles mexicanos. El presente artículo pretende bosquejar algunas de las posibles implicaciones políticas, económicas y operativas de dicha intervención.


            No es la primera vez que Trump pondera la intervención de las fuerzas armadas norteamericanas en la guerra contra el narcotráfico. Durante el primer mandato presidencial de Trump fue su Secretario de la Defensa, Mark Esper, quien rechazó terminantente la propuesta de invadir México, idea que calificó como una locura (realizar operaciones militares en un país aliado y principal socio comercial).


            A diferencia del primer intento de esta invasión, en esta ocasión Trump arriba a la Casa Blanca con el respaldo de prominentes figuras del Partido Republicano para lanzar esta campaña militar: J.D. Vance, Dan Crenshaw, William Bar, etc. La invasión es, en pocas palabras, un hecho consumado. Sin embargo, es importante vislumbrar cuáles serán las características de dicha invasión en un contexto internacional más amplio. Para la administración Trump, el narcotráfico no es ya una amenaza a la seguridad pública sino una amenaza militar, y como toda operación militar, la invasión a México estará condicionada por los distintos compromisos e intereses militares que tiene EUA en el resto del mundo: la presencia de portaaviones estadounidenses en el Mediterráneo para disuadir agresiones a Israel, la guerra en Ucrania, el intento de golpe de Estado en Corea del Sur, etc.


            Tras los estrepitosos fracasos de las invasiones de Irak y Afganistán en el marco de la guerra contra el terror, las naciones occidentales como Estados Unidos y el Reino Unido han adoptado estrategias denominadas de ‘guerra remota’. Dado que es impopular y costoso enviar a cientos de miles de tropas a ocupar un territorio, cada vez más gobiernos de las grandes potencias militares eligen opciones de bajo costo económico y político, como lo son el uso de campañas aéreas de bombardeos y el despliegue de pequeñas unidades de fuerzas especiales para realizar golpes quirúrgicos a sus enemigos. Tal ha sido el involucramiento de las naciones en la OTAN en Siria, Yemen, Libia, etc.


            Sin embargo, la guerra remota tiene sus limitaciones. Son precisamente casos como los de Siria, Yemen y Libia los que prueban que las organizaciones subversivas son extremadamente resilientes a las campañas de decapitación de sus liderazgos y acoso de sus operaciones. Ninguno de estos conflictos ha concluido gracias a las tácticas de guerra remota de los miembros de la OTAN, sino que se anticipa que continuarán por muchos años más. Los cárteles mexicanos tienen además la gran diferencia de contar con cantidades mucho más vastas de recursos económicos y reclutas disponibles en comparación con las organizaciones terroristas del Medio Oriente, y como tal, aunque la opción lógica para la administración Trump es iniciar una guerra remota en México (atacando a los cárteles con drones, misiles Tomahawk y pequeñas unidades aeromóviles), dicha estrategia ha probado una y otra vez ser la más ineficiente para lidiar con grupos altamente adiestrados en tácticas de guerra irregular, como son las insurgencias, los grupos terroristas y los grupos de la delincuencia organizada trasnacional.


            Es difícil pensar que Trump enviará miles de tropas regulares a México. Sería políticamente muy costoso y militarmente arriesgado. Estados Unidos ha desarrollado su doctrina de defensa para pelear simultáneamente en los mismos teatros de operaciones en que se peleó la Segunda Guerra Mundial, Europa y el Pacífico. No tiene los recursos para abrir un tercer frente en su frontera sur sin descuidar alguno de los otros frentes que, tarde o temprano, requerirán de involucramiento militar norteamericano, sea porque China invada Taiwan, o porque Rusia agreda a un Estado miembro de la OTAN.

            La invasión de México no acabará con el narcotráfico. La guerra contra el narcotráfico es una guerra contra el placer, el criterio más elemental de decisión del ser humano. Los cárteles mexicanos han abierto sucursales en todo el continente americano, en África y en Europa. No son un fenómeno exclusivamente mexicano y aunque se pueda eliminar a los individuos que los integran, dicho mercado siempre subsistirá en la medida en que las drogas sean ilegales a nivel mundial.


            La guerra que viene es una guerra sin ganadores y con muchos perdedores. Primeramente, la población civil en México, que constituirá el grueso de las estadísticas de ‘daño colateral’ de las acciones militares norteamericanas. En segundo lugar, el gobierno mexicano, quien dada su necedad en perpetuar la militarización y federalización de la seguridad pública ha alimentado la crisis de inseguridad en México lo suficiente como para que nuestro vecino del norte decida intervenir directamente. El tercero, es el gobierno de los Estados Unidos, que alienará a su aliado y socio comercial, abriendo una posibilidad de mucha mayor presencia económica, militar y de inteligencia de sus adversarios (China y Rusia) en México, pues lo que para unos es una crisis, para otros siempre será una oportunidad.

             

Las ideas presentadas en este texto son exclusivas del autor y no reflejan las posiciones oficiales de Global Thought ni de las instituciones citadas.

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