27 sept 2024
Anna Karla Uribe Escalante
"Tristemente, el sueño americano está muerto. Pero si fuera
elegido presidente, lo traería de regreso más grande,
mejor y más fuerte que nunca y haríamos a
Estados Unidos grandioso de nuevo".
Donald Trump
El próximo 05 de noviembre de 2024, en Estados Unidos de América se celebrarán elecciones presidenciales y el 20 de enero de 2025, se llevará a cabo la investidura presidencial. La disputa por uno de los puestos más importantes del mundo se desarrolla entre el expresidente Donald Trump y la actual vicepresidenta Kamala Harris quien, si gana, se convertiría oficialmente, en la primera mujer presidenta de este país.
Resulta relevante señalar que, Kamala Harris, no sería la primera mujer con el peso del cargo presidencial en sus hombros. Existe en la historia estadounidense otra mujer que ostentó informalmente ese puesto: la primera dama Edith Wilson, la esposa del presidente Woodrow Wilson quien, a partir de octubre de 1919 no pudo mantener el control de su propio cuerpo:
La mañana del 02 de octubre Woodrow Wilson sufrió un ataque que le dejó paralizado más de medio cuerpo (…). Para la continuidad de su gobierno era imprescindible que completara los dos años de mandato que le quedaban para ayudar a dirigir un mundo recién salido de la guerra. Woodrow seguiría siendo presidente, mediante la ayuda de su esposa, quien era descendiente lejana de Pocahontas (Captivating history, 2020: 81). [1]
Edith Wilson, en los hechos, se convirtió en la primera mujer en ejercer la presidencia de los Estados Unidos, además de ser pionera en conducir un automóvil. Pero imaginemos un escenario ucrónico: si Edith Wilson hubiera vivido en el 2024, con la maquinaria mediática a su favor y en pleno auge del feminismo y la lucha antipatriarcal, podría haberse convertido en una líder de opinión capaz de transformar el rumbo de Estados Unidos. Su figura, mediáticamente impulsada, podría haber roto las barreras invisibles que la historia le impuso. Sin embargo, en su tiempo, fue relegada a la sombra, invisibilizada por una sociedad que no estaba lista para reconocer su verdadero poder.
En contraste, el siglo XXI, se caracteriza por la hegemonía de la infocracia, donde la política es comandada por la sobrecarga de información, impulsada por los medios de comunicación masiva (mediocracia); lo que importa es que exista mucha información sobre ti, buena o mala, lo que una persona no se puede permitir en el dominio de la mediocracia es la irrelevancia. De esta manera, como lo señala el filósofo surcoreano Byung-Chul Han:
Los medios de comunicación producen una mediocracia (…). En la mediocracia, la política se somete a la lógica de los medios de masas. La diversión determina la transmisión de los contenidos políticos y socaba la racionalidad (…). En los debates televisivos entre contrincantes, lo que cuenta ahora no son los argumentos, sino la performance (Han, 2022, p. 27- 29). [2]
De esta manera, a menos de dos meses de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, la polarización social es el clima que se respira; una sociedad estadounidense profundamente dividida y ávida por tener certidumbre frente a las diversas crisis que nos presenta el siglo XXI; en la búsqueda de dichas certezas los medios informativos se construyen como potentes herramientas de manipulación. Por ello, no resulta casualidad que, un hombre showman "políticamente incorrecto" como Donald Trump, que recobró relevancia al ser elegido como la estrella del reality show The Apprentice (2004) (desde este momento no ha perdido el discurso de correr a los menos preparados y exaltar el mérito individual), sea nuevamente candidato a la presidencia de Estados Unidos.
La real estrategia de Donald Trump al decir cosas controvertidas consiste en desorientar a los medios de comunicación y mantener la atención constante en él. Es decir, inunda los medios, o mejor dicho, sobrecarga a los medios de información. El expresidente republicano sabe que, en el siglo XXI lo importante es estar siempre en el centro de la conversación pública (sin importar si es por algo bueno o malo), genera caos mediático y confunde a tus críticos. Lo anterior se alinea con la famosa frase: "no importa si hablan bien o mal, lo importante es que hablen". [3]
El poder de Donald Trump es que siempre se mantiene presente, nadie puede ignorarlo, ya sea fascinación, rechazo o temor, su retórica ha probado su agencia para avivar un sentimiento a largo plazo prevaleciente en aquellos que creen no tener lo que merecen: el resentimiento. Esta estrategia del resentimiento fue perfeccionada por otro presidente republicano: Richard Nixon. Esta táctica se apoya en aprovechar las divisiones sociales, económicas y culturales, movilizando a grupos que se sienten marginados o desplazados por las élites políticas tradicionales. En su tiempo, Nixon apeló a lo que él llamaba la "mayoría silenciosa".
Por ello, resulta fundamental prestar atención en el perfil, no sólo de los candidatos presidenciales, sino también de sus vicepresidentes, quienes dejan percibir la imagen que cada partido quiere dejar en sus potenciales votantes y, sobre todo, en los medios masivos de información [4]. Por un lado, Donald Trump y el partido republicano, eligieron a James David Vance, católico antiabortista y exmarine. La elección de este joven político escritor de 40 años, parece vincularse con la agencia que su bestseller provocó desde que se publicó en 2017. Su novela “Hillbilly, una elegía rural: memorias de una familia y una cultura en crisis”, es un relato que habla de y para los votantes más fieles de Trump: los blancos pobres, los periféricos, los despectivamente llamados “blancos basura”, aquellos que tienen la percepción de haber sido abandonados por el sistema [5].
Vance ha enamorado a los medios y colabora con CNN, dejándolo como el pobre chico blanco que, con sus méritos, logró llegar hasta la cima, es un joven producto que se puede vender bien en el juego del espectáculo mediático. Vance representa la mentira de la meritocracia tan defendida por Donald Trump. Refleja “la soberbia meritocrática, donde los ganadores dejan que su éxito se les suba demasiado a la cabeza y olvidan lo mucho que les han ayudado la fortuna y la buena suerte. Representa la petulante convicción de los de arriba de que se merecen el destino que les ha tocado en suerte y de que los de abajo se merecen también el suyo “(Sandel, 2020: 37) [6].
Por su parte, Kamala Harris eligió como compañero de fórmula al sexagenario Tim Walz, el actual gobernador progresista de Minnesota quien, durante su gobierno ha priorizado el combate a la desigualdad social y las brechas entre clases sociales; y ha luchado contra la discriminación, mediante la defensa de los derechos humanos universales. Ha implementado programas de bienestar social como almuerzo gratuito para estudiantes de escuelas públicas, el apoyo en la creación de sindicatos y, la defensa del derecho al aborto.
Es posible que, al interior del partido, más que los éxitos en materia social, se valore el pragmatismo de Tim Walz para actuar frente a las coyunturas, destaca la crisis por la pandemia del COVID-19. Asimismo, su mayor contradicción es que, a pesar de una supuesta búsqueda de mayores derechos e igualdad social, durante su mandato ocurrió el brutal asesinato de George Floyd el 25 de mayo de 2020 en Mineápolis (la ciudad más poblada de Minnesota), lo cual dio paso a la movilización social “Black Lives Matter”. De esta manera, Tim Walz se evidencia como un político que puede mantener una alta aceptación política, a pesar del malestar social.
Esta disonancia entre discurso y acción, junto con una tendencia a la tibieza en la implementación de reformas profundas, podría ser la clave por la cual el partido demócrata y Kamala Harris pierdan la presidencia. A menudo, los líderes demócratas han prometido cambios del status quo y, al no cumplir con esos giros “progresistas”, han perdido la confianza de muchos votantes.
En ese sentido, lo cierto es que, en esta carrera por la presidencia, quien parece conocer mejor el signo de la época es Donald Trump. Gane o pierda las elecciones, su estilo desafiante y emotivo ha configurado una forma de hacer política que redefine el escenario político estadounidense. Desde un populismo de derechas, enfocado en defender la familia americana heterosexual, con un marcado apego religioso y la fascinación por el poder que produce un arma, logra atraer a sus votantes. La demonización de grupos minoritarios, inmigrantes o extranjeros pobres es su signo y ha logrado capitalizar el miedo social y su aporofobia a través de la promesa de más nacionalismo, proteccionismo y la expulsión de los distintos.
De esta manera, Trump sabe que los inmigrantes no comen mascotas en Springfield, pero alimenta los peores terrores del imaginario colectivo y los espectaculariza: ¡Apocalipsis zombie provocado por inmigrantes latinos! Suena a un buen guion digno de Hollywood. La propuesta es un muro, no sólo físico, sino con un importante signo ideológico. El impacto de este enfoque no se limita a Estados Unidos, sino que influye en la manera de hacer política en todo el mundo, donde, no es malo el que mata, sino el que miente sobre matar. Lo importante es confesarte ante las audiencias, porque ellas agradecen la “transparencia”. Este disfraz funcionó una vez, será que ocho años después de su primera presidencia, la fórmula ¿siga siendo efectiva?
[1] Captivating History. (2020). Historia de los Estados Unidos. Captivating History.
[2] Han, Byung-Chul. (2022). Infocracia. Taurus. Ciudad de México, México.
[3] La frase se relaciona con frecuencia con el empresario y showman estadounidense P.T. Barnum (la película musical “El Gran Showman”, del año 2016, habla de este personaje). Barnum fue reconocido por hacer espectáculos mediáticamente controversiales, lo cual siempre generaba primeras planas; él creía que todo tipo de publicidad, buena o mala, era valiosa siempre que mantuviera su nombre en el centro de la atención
[4] La oratoria de ambos candidatos a la vicepresidencia debe ser objeto de análisis, por lo que el debate que se llevará a cabo el 01 de octubre de 2024 se posiciona como fundamental en la disputa electoral.
[5] Su relato adquirió mayor visibilidad en 2020, cuando Netflix subió a su plataforma la película dirigida por Ron Howard, basada en su novela.
[6] Sandel, Michael. (2020). La tiranía del mérito ¿qué ha sido del bien común?. Editorial debate. Ciudad de México, México.