Arturo Magaña Duplancher | Globalthought
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Hotel Roosevelt

2 oct 2023

Arturo Magaña Duplancher

Director Editorial de Globalitika y colaborador externo de Global Thought

En el Midtown de Manhattan, Nueva York, es imposible no reconocer la grandeza arquitectónica del Hotel Roosevelt. Construido hace poco más de un siglo como un hotel de lujo, hoy es un centro de procesamiento de inmigrantes. Sus más de mil habitaciones, así como el lobby y otras áreas comunes, albergan a unas 3 mil personas de los más de 60 mil solicitantes de asilo y refugio que han llegado a la gran ciudad. Según reportes de prensa, todos los días llegan entre 300 y 500 migrantes a esta nueva Ellis Island y la mayoría espera poder tener al menos unos metros de piso alfombrado para pernoctar. Resulta irónico que el hotel erigido en honor a uno de los presidentes que más restringió la migración a Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX, sea ahora el que los albergue.

 

Pero es justo reconocer que las del Roosevelt son las imágenes menos dramáticas de todas. Basta con echar un vistazo a los videos recientes sobre lo que sucede en el llamado “tapón del Darién” o las imágenes que llegan de una frontera colapsada en Ciudad Juárez por un flujo humano incesante.

 

Es claro que hay pocos fracasos más grandes en las relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos que la gestión de la crisis migratoria. Y es que todas las medidas adoptadas, desde el programa “Permanece en México”, las políticas del Título 42 y el Título 8, los programas de permiso humanitario por cuotas y seguramente los acuerdos que vendrán en lo inmediato para “despresurizar” la frontera no abordan el origen del problema.


La mayoría de los migrantes proviene de países con serios problemas de estabilidad política, desarrollo económico, respeto a los derechos humanos, seguridad, estado de derecho, educación y protección social. En todos ellos hace falta una intervención directa de México, Estados Unidos y otros países para disuadir la migración mediante la generación de oportunidades mientras se abren vías legales para el trabajo temporal y la creación de sistemas integrales a nivel regional de protección humanitaria de personas migrantes.

 

Es un acierto del presidente mexicano convocar a los cancilleres de 10 países latinoamericanos y caribeños a fin de elaborar un plan al que luego pueda incorporarse el gobierno de Estados Unidos. Pero ¿por qué hasta ahora? ¿Alguien creyó realmente que la migración disminuiría a punta de deportaciones e intentos de “ordenar el flujo migratorio? ¿Qué tal si dejáramos de apostarle a la exportación a Centroamérica de programas sociales mexicanos y empezáramos a trabajar en conjunto otro plan convergente con la dimensión de la crisis? 


Viene la elección presidencial estadounidense el año entrante. La politización de la crisis le hará daño sobre todo a México.

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