
19 sept 2025
Anna Karla Uribe Escalante
La Dra. Uribe Escalante aborda la evolución del terrorismo interno en Estados Unidos, destacando cómo el supremacismo blanco se ha convertido en la principal amenaza para la seguridad nacional.
“Cualquier poder humano puede ser resistido y cambiado por seres humanos”.
Ursula K. Le Guin
Introducción
Tras el atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos concentró su mirada en las amenazas externas, en fantasmas que venían de lejos como Al Qaeda o el Estado Islámico. El mundo entero se adaptó a esa narrativa. Sin embargo, en la sombra de esa obsesión, una amenaza mucho más insidiosa y cercana ha crecido hasta convertirse en un problema central en la dinámica cotidiana de la vida estadounidense: el terrorismo interno. No es una novedad, pero en 2025, esta forma de violencia, alimentada por la radicalización, el fácil acceso a las armas, la corrosión de las redes sociales y un clima político envenenado se ha vuelto un tema central, no sólo de la agenda estadounidense sino del mundo.
El terrorismo que nos ocupa no es el del "lobo solitario" o del "fanático" aislado. Es un fenómeno sistémico, con raíces profundas que se nutren de la polarización y el odio. Este artículo pone en la mesa la historia, la ideología y la coyuntura política que han permitido que estos grupos, especialmente los de extrema derecha, se conviertan en la principal amenaza para la seguridad en Estados Unidos.
Definir al monstruo, un acto de desmantelamiento
Antes de combatir al enemigo, debemos ser capaces de nombrarlo. El terrorismo no es solo un acto de violencia, es una puesta en escena deliberada para generar un pánico masivo y coaccionar a la política (CSIS, 2020).[1] Pero no todos los terrorismos son iguales.
En primera instancia, el terrorismo interno se define como "actos peligrosos para la vida humana que violan las leyes para intimidar a una población civil, influir en la política gubernamental, o afectar la conducta del gobierno mediante destrucción masiva o asesinato, y que ocurren principalmente dentro de la jurisdicción territorial del país" (CSIS, 2020).
En Estados Unidos, este terrorismo toma tres formas principales, aunque con el tiempo, el terrorismo de extrema derecha se ha vuelto más relevante:
· Terrorismo de extrema derecha: justifica la violencia en nombre de la supremacía racial o étnica, la misoginia, la oposición al gobierno y el fanatismo de teorías conspirativas como QAnon.[2] Algunos incluso se abrazan al "aceleracionismo", una ideología que busca la destrucción total para reconstruir la sociedad desde cero.
· Terrorismo de extrema izquierda: persiguen la caída del capitalismo y el imperialismo, a menudo vinculados a la defensa de los derechos ambientales, animales o el anarquismo.
· Terrorismo antigubernamental: movimientos como el Boogaloo que sueñan con una guerra civil para "reiniciar" el orden político.
Si bien la motivación ideológica cambia, el común denominador es el uso de la violencia. Sin embargo, en los últimos años, el actor que ha tomado el papel protagónico es el supremacismo blanco, superando incluso a los movimientos islamistas radicales. Esto nos obliga a preguntarnos: ¿qué es el supremacismo?
El ADN del odio y la lógica siniestra del supremacismo
El supremacismo no es una simple opinión, pensamiento o una forma de existencia. Como señala Aranda (2025), es una tecnología de poder.[3] Es el código fuente de la opresión, un sistema que ha servido a lo largo de la historia para justificar la violencia y la desigualdad. Funciona con tres pilares que se retroalimentan:
· Esencialización: la cual reduce a las personas a etiquetas planas y deshumanizadoras: "inmigrantes ilegales", "incel", "liberales corruptos". Se borra la individualidad y se crea un "otro" abstracto, fácil de odiar.
· Jerarquización: establece una escala de valor donde algunos "valen" más que otros. Esta lógica naturaliza la desigualdad y legitima la violencia contra los considerados "inferiores" o "irracionales".
· Administración de la violencia: convierte al odio en política pública. Las fronteras, las leyes y las fuerzas de seguridad se transforman en herramientas para controlar y oprimir a las poblaciones "subalternas". El odio se institucionaliza.
Como bien advierte Aranda (2025), el supremacismo contemporáneo ya no es un movimiento marginal, es una fuerza que busca normalizar el desprecio y la desigualdad. La llamada "estupidez institucionalizada" moviliza a la gente con emociones ciegas de pertenencia tribal, reemplazando el debate racional con la confrontación. Por ende, combatir al supremacismo no es una opción, es una necesidad para la supervivencia de nuestra sociedad.
El legado de la furia: un vistazo al pasado violento de Estados Unidos
El terrorismo es una herida crónica en la historia de Estados Unidos. Según la Global Terrorism Database, entre 1970 y 2021, el país ha sufrido 3,146 ataques terroristas. En los años 70, la furia por la Guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles encendieron la mecha de grupos de izquierda como el Weather Underground. Era una época de radicalismos, inspirada en las luchas antiimperialistas globales (Gómez, 2025).[4]
Paralelamente, la extrema derecha también se reorganizaba. El Ku Klux Klan no desapareció, simplemente mutó, reforzando su discurso de odio racial frente a los avances de los derechos civiles. Más tarde, surgieron grupos como Aryan Nations y Phineas Priesthood, que mezclaron el neonazismo con una cruzada cristiana contra minorías, homosexuales y judíos (Academia Lab, s.f.).[5] En todos estos casos, la tecnología de poder del supremacismo operaba con precisión.
En los años 90, la violencia dio un giro aterrador. El asedio de Waco (1993) (con un saldo de 80 muertos) y el atentado de Oklahoma City (1995) (con un saldo de 168 muertos y considerado el ataque de terrorismo interno más letal en la historia de Estados Unidos), demostraron que la violencia doméstica podía ser tan letal como cualquier ataque extranjero.
Tras el 11 de septiembre, la atención de las agencias de seguridad se desvió por completo hacia el terrorismo internacional. Fue un error fatal. Estudios recientes, como el del Center for Strategic and International Studies (CSIS) (2020), confirman que, desde 1994, la mayoría de los atentados en suelo estadounidense han sido obra de radicales de derecha.
El asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 fue la explosión de esa bomba de tiempo. Protagonizado por grupos como los Proud Boys y los Oath Keepers, el ataque no solo demostró la capacidad organizativa de estos grupos, sino que también expuso una realidad aún más perturbadora: la infiltración de simpatizantes supremacistas dentro de las propias fuerzas del orden.
Hoy, en 2025, el terrorismo interno es un ecosistema complejo que se manifiesta en las calles, en las redes sociales y en las instituciones. Va desde el aceleracionismo de la Atomwaffen Division hasta la radicalización digital. Además, la cultura de las armas de fuego, protegida por una lectura radical de la Segunda Enmienda, no es solo una pieza del rompecabezas, sino un catalizador que permite a estos grupos no solo soñar con la violencia, sino llevarla a cabo.[6]
Caras de la furia ¿quiénes lideran el odio hoy?
El paisaje actual del terrorismo interno está dominado por una galaxia de grupos de extrema derecha. No son un bloque monolítico, pero todos comparten el uso de la violencia para imponer su visión del mundo.
Proud Boys y Oath Keepers: Los Proud Boys, que se autodenominan como un "club masculino pro-occidental", son en realidad una milicia con fuertes lazos con el nacionalismo blanco y cristiano. Junto con los Oath Keepers, un grupo de veteranos y personal de seguridad, fueron los líderes del asalto al Capitolio. Este evento reveló una aterradora disposición a usar la fuerza para subvertir la democracia.
Atomwaffen Division (AWD): Surgida en Florida, es la encarnación del aceleracionismo neonazi. Inspirada en la ideología de James Mason, este grupo busca activamente el colapso de la sociedad para instaurar un estado étnico blanco. Sus células descentralizadas son un modelo de guerrilla moderna, entrenadas para sabotear y sembrar el caos (Alegría, 2025).[7]
Alt-right: Más que un grupo, es un movimiento digital que ha popularizado el supremacismo a través de memes, conspiraciones (como QAnon) y discursos antiinmigrantes (Nuevo Poder, 2017).[8] Aunque carecen de una estructura física, su capacidad para radicalizar a jóvenes descontentos en línea es inmensa. Estos espacios virtuales actúan como "lugares de socialización política", reemplazando a las instituciones tradicionales y fomentando una lealtad tribal (Aranda, 2025).
Otros ecos de la violencia: El Ku Klux Klan (KKK), aunque reducido, sigue siendo una sombra simbólica. Grupos como Aryan Nations mantienen vivo el odio antisemita, mientras que The Base entrena a sus miembros para una futura guerra racial (Alegría, 2025). El Frente Patriota, por su parte, se enfoca en usar protestas públicas para exhibir su fuerza y reclutar jóvenes.
El retorno de la polarización: el efecto Trump en 2025
El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca en enero de 2025 ha exacerbado la polarización. Si en su primer mandato la atención se centró en rivales como China y Rusia, ahora el foco se ha desplazado al "enemigo interno".
Trump ha presionado para usar herramientas legales y militares contra lo que llama "terrorismo doméstico", un término que aplica de manera selectiva a sus oponentes políticos y a colectivos vulnerados como los migrantes. El asesinato del activista conservador Charlie Kirk en la Universidad del Valle de Utah el 10 de septiembre de 2025 le dio el pretexto perfecto. En respuesta, la administración pretende militarizar las principales ciudades progresistas, justificando la acción como una medida contra el "terrorismo doméstico" (Sanger, 2025).[9]
Esto representa un cambio radical. La experiencia del 11-S nos enseñó que las respuestas militarizadas erosionan las libertades civiles, pero ahora el "enemigo" no está en Afganistán, sino en las calles de Portland o Nueva York.
En este contexto, las universidades se han convertido en el campo de batalla de la guerra cultural. Trump y sus aliados han criminalizado el disenso académico, señalando a las instituciones como "semilleros de radicalismo". Esta retórica se suma a la de la cadena Fox News, que sigue siendo un eje narrativo fundamental para la derecha, incluso al punto de influir en la salud pública, como se vio durante la pandemia al promover el escepticismo sobre las vacunas (Senserrich, 2024).[10]
Las plataformas digitales también son cómplices silenciosas de esta radicalización. Extremistas de ambos lados usan redes como Twitter, Facebook y Reddit para difundir propaganda, reclutar y coordinar ataques, demostrando que el terrorismo interno tiene un fuerte componente digital (CSIS, 2020).
Finalmente, la estrategia electoral de Trump, al incluir a colectivos socialmente conservadores como los latinos evangélicos, demuestra cómo el supremacismo ha evolucionado. Ya no se trata solo de la supremacía racial clásica, sino de una estrategia de exclusión y jerarquización que cooptan a ciertas minorías para consolidar el poder (Senserrich, 2024).
El desafío de la dignidad, una la lucha por el futuro
El terrorismo interno en Estados Unidos no es una serie de eventos aislados, sino la manifestación de una lógica estructural de poder y dominación. El supremacismo, en su esencia, es una tecnología que se alimenta de la desigualdad, de la esencialización, de la jerarquización y de la administración de la violencia. El peligro real no radica solo en un tiroteo o un atentado, sino en la capacidad de esta ideología para convertirse en la base misma de la política, normalizando la opresión y el odio.
La coyuntura de 2025, con Trump al mando, es una prueba de fuego. La criminalización de la oposición, el uso selectivo de la fuerza y la narrativa de guerra cultural son síntomas de una democracia que se está desmoronando desde dentro.
Mientras la brecha de la desigualdad siga ensanchándose, la incertidumbre y el resentimiento serán el caldo de cultivo perfecto para estos grupos. La promesa de un mundo globalizado y próspero ha fallado para muchos, creando un ambiente distópico para aquellos que se perciben como perdedores en esta nueva realidad. Este miedo, esta sensación de haber sido abandonados, alimenta la narrativa de que solo la pertenencia tribal y la violencia pueden restaurar un orden que sienten que se les ha arrebatado. Así, el supremacismo encuentra en la desesperanza un terreno fértil para sembrar su semilla de odio.
Sin embargo, como nos recuerda Rebecca Solnit (2017), la política también se juega en el terreno de las ideas y la imaginación.[11] Si el supremacismo busca imponer un relato único, la respuesta de la sociedad civil debe ser la multiplicación de las voces. La lucha contra la supremacía no es solo un acto de contención, sino una apuesta por una sociedad más justa.
Esto significa invertir en la educación, en los medios de comunicación que no vendan odio y en proyectos locales que promuevan la inclusión. La lección es clara: no existe un supremacismo "benigno". Cada vez que se naturaliza la superioridad de un grupo, se celebra la muerte de una persona, se siembra la semilla de la violencia y se erosiona la dignidad de todas las personas.
La lucha contra el supremacismo es una condición para la supervivencia de nuestra comunidad. El futuro dependerá de si Estados Unidos, otros países y tomadores de decisiones, deciden enfrentar a este fantasma de una vez por todas o si, por el contrario, lo dejan gobernar desde las sombras.
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[1] CSIS (2020). La guerra vuelve a casa: la evolución del terrorismo doméstico en los Estados Unidos. https://www.csis.org/analysis/war-comes-home-evolution-domestic-terrorism-united-states
[2] QAnon, cuyo nombre es la abreviación de 'Q Anonymous', es una teoría de la conspiración que se ha extendido por las redes sociales de todo el mundo, pero que comenzó en Estados Unidos. Por medio de mensajes inconexos y la imaginación de sus seguidores, ha dado lugar a un movimiento de personas que piensan que el mundo está controlado por una sociedad secreta formada por famosos del cine de Hollywood, multimillonarios pedófilos y políticos del Partido Demócrata de Estados Unidos. Para amplia sobre el tema, puede visitar el link: https://es.ccm.net/aplicaciones-e-internet/internet/9574-que-es-qanon-la-misteriosa-teoria-conspiratoria/
[3] Aranda, Claudia (2025). El peligro de cualquier supremacismo. Pressenza. https://www.pressenza.com/es/2025/08/el-peligro-de-cualquier-supremacismo/
[4] Gómez, David (2025). El mapa de los atentados terroristas en Estados Unidos desde 1970. El orden mundial. https://elordenmundial.com/mapas-y-graficos/mapa-atentados-terroristas-estados-unidos/
[5] Academia Lab (s.f.). Terrorismo interno en Estados Unidos. https://academia-lab.com/enciclopedia/terrorismo-interno-en-estados-unidos/
[6] La Segunda Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos de América, propuesta el 25 de septiembre de 1789 y aprobada el 15 de diciembre de 1791, protege el derecho del pueblo estadounidense a poseer y portar armas. Ésta dice lo siguiente: Una milicia bien organizada, es necesaria para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a poseer y portar armas, no se violará.
[7] Alegría, Anastacio (2025). Guía de campo para la “aceleración”: grupos de supremacistas blancos que utilizan la violencia de la raza del acoso escolar y la creación del caos social. https://usatoday.es/guia-de-campo-para-la-aceleracion-grupos-de-supremacistas-blancos-que-utilizan-la-violencia-de-la-raza-del-acoso-escolar-y-la-creacion-del-caos-social/
[8] Nuevo poder (2017). Los principales grupos de supremacía blanca de EE.UU. https://www.nuevopoder.cl/los-principales-grupos-de-supremacia-blanca-de-ee-uu/
[9] Sanger, David (2025). Trump expande el uso de la fuerza, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo. La Nación. https://www.lanacion.com.ar/estados-unidos/trump-expande-el-uso-de-la-fuerza-tanto-en-estados-unidos-como-en-el-resto-del-mundo-nid17092025/
[10] Senserrich, Roger. (2024). Por qué se rompió Estados Unidos. Populismo y polarización en la era Trump. Barcelona: Debate.
[11] Solnit, Rebecca. (2017). Esperanza en la oscuridad. La historia jamás contada del poder de la gente. Madrid: Capitán Swing.






