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Reflexiones al cierre del 2024: urgencia climatica y la busqueda de un futuro compartido.

18 dic 2024

Anna Karla Uribe Escalante

Experta en Estudios Latinoamericanos, Globalización, Regionalización y Geopolítica.

“Lo que no conviene a la colmena, no conviene a la abeja.”

Marco Aurelio

 

Al llegar al final del 2024, la humanidad se enfrenta al desafío de redefinir sus prioridades. Los propósitos de año nuevo, tradicionalmente concebidos desde una perspectiva individual, deben transformarse en compromisos colectivos. En un mundo interconectado y al borde del colapso climático, la pregunta no es sólo qué hacemos para nuestro bienestar inmediato, sino qué acciones tomamos hoy, para garantizar un futuro compartido.

 

Desde 1979, cuando se llevó a cabo la Primera Conferencia Mundial sobre el Clima, se sabía de los peligros de nuestras prácticas como especie sobre el cambio del clima. En esa cumbre "científicos de cincuenta países acordaron unánimemente que era urgentemente necesario actuar (...); era necesario pasar a la acción y que los Estados Unidos asumieran el liderazgo. Pero no lo hicieron" (Rich, 2019, p. 17). En realidad, es que existe una reticencia a generar soluciones humanas, para un problema humano. Si no actuamos, pasaremos de ser víctimas del cambio climático a villanos responsables de las acciones que lo detonaron.

 

El ensayista estadounidense Nathaniel Rich, en su libro Perdiendo la Tierra (2019), describe cómo la falta de voluntad política ha frenado los avances en las últimas décadas. Los acuerdos no vinculantes y las promesas incumplidas han sido la norma:

 

No hay ningún cuerpo policial global, y no va a imponerse ninguna sanción económica o militar por no cumplir los objetivos de emisiones (…). Los países tienen fuertes incentivos para proclamar objetivos nobles y ambiciosos, y luego ignoran esos objetivos y se dedican a los negocios como siempre han hecho. (Rich, 2019, p, 165-166)

 

Esto se ha comprobado en cada una de las Conferencias de las Partes (COP) (29 de ellas desde la primera realizada en Berlín en 1995), donde las personas en el mundo, han sido testigos de acuerdos que buscan más aparentar compromiso que generar transformaciones reales. Esta inercia, que favorece los intereses corporativos industriales sobre el bienestar colectivo, perpetúa un modelo de explotación y de expropiación que Nancy Fraser denomina “capitalismo caníbal”: “los capitalistas realizan una confiscación de activos ajenos, por los que pagan poco o nada; al canalizar hacia las operaciones de sus empresas fuerza de trabajo, tierra, minerales o energía confiscados, reducen sus costos de producción y aumentan sus beneficios” (Fraser, 2023, p. 42).

 

Por ello, en toda reflexión sobre cambio climático, se debe hacer de “la industria una participante activa en el debate científico y político” (Rich, 2019, p. 135). Sobre todo, si tenemos en cuenta el Informe sobre la Brecha de Emisiones 2024 del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el cual indica que, el 11% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) lo genera la industria, cifra que sólo es superada por la electricidad (26%), producida y consumida, en mayor medida, por esa misma industria.

 

Los intereses de los grandes capitales, los cuales son minoría, siempre han estado en el centro de las COP. Lo anterior es comprobable, en la elección de Bakú (capital de Azerbaiyán) como sede de la COP29. Azerbaiyán es un país cuyo crecimiento se ha dado gracias a sus reservas de petróleo y de gas natural (la mitad de su economía depende de la extracción de combustibles fósiles). De hecho, “el gobierno nombró como presidente de esta conferencia a su ministro de Ecología y Recursos Naturales, Muxtar Babayev, un antiguo ejecutivo de la empresa de petróleo y gas SOCAR (State Oil Company of Azerbaijan Republic), controlada por el estado”.

 

Asimismo, Azerbaiyán es un país que ha usado esos recursos para aumentar su poder militar y agrandar su influencia geopolítica en el Cáucaso, lo anterior, mediante la expulsión y el desplazamiento de sus fronteras, a costa de un país cuyas mayorías poblacionales están en el exterior: Armenia. El proyecto turco-azerí es una limpieza étnica de armenios de la cual se habla nada o muy poco.

 

Aunado a ello y, si dejamos a un lado la controversial elección territorial donde tuvo lugar la cumbre, la COP29, repite la fórmula de sus antecesoras, al mostrar tibieza y restar relevancia al cambio climático. Ello es comprobable al centrarse en uno de los puntos más relevantes de esta cumbre: el financiamiento climático. Los países del sur global han exigido a las naciones subdesarrollantes, responsables históricas de la mayor parte de las emisiones, que cumplan con sus compromisos financieros. Aunque se planteó una meta de 1 billón de dólares y mínimo de 500,000 millones de dólares para 2025, solo se ha asegurado el 60% de ese monto (sólo darán 300, 000 millones de dólares). Esto contrasta, con la disposición por dinamizar la industria de las armas. Anualmente, solo Estados Unidos, tiene un presupuesto de más de 800, 000 millones de dólares. 

 

Otra propuesta controvertida fue el fortalecimiento de los mercados de carbono. Aunque estos sistemas permiten a los países vender “excedentes” de reducción de emisiones, también perpetúan la mercantilización de la naturaleza y postergan acciones estructurales para reducir las emisiones. Asimismo, la falta de transparencia sigue siendo un problema crítico: solo 13 países han presentado sus Informes Bienales de Transparencia (BTR), lo que dificulta evaluar el progreso real hacia los objetivos climáticos.

 

Estos magros resultados de la COP, en realidad están vinculados con unos centros mundiales, cuya preocupación mayor en el cambio climático es cómo no parecer responsables, más que en hacerse responsables y asumir su deuda climática. De esta manera, los centros están comprometidos con soluciones que desterritorialicen su propia huella de carbono (ya sea fomentando procesos productivos altamente contaminantes en otros territorios o mediante la dinamización de los mercados de carbono).

 

En las puertas del 2025, se crea una nueva geopolítica climática, que habla de neutralidad climática y emisiones cero, donde se disputarán territorios y espacios para realizar procesos productivos industriales altamente contaminantes y responsables del 9% de la emisión de los GEI, como el caso de la minería. Se trata de un engaño sistémico donde parecería que cuando se nombra al capitalismo y se agrega la palabra "sostenible" se cuida a la naturaleza. Como menciona Andreu Escrivá (2023), la neutralidad climática genera la falsa sensación de que es posible mantener el consumo desmedido sin consecuencias graves.

 

Asimismo, no se puede dejar de reflexionar sobre la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos en enero de 2025, evento que plantea nuevos desafíos. Su enfoque en el aceleracionismo tecnológico para lograr la neutralidad climática refuerza un “tecno-optimismo”. El "tecno-optimismo climático" sostiene que la tecnología puede salvarnos del uso excesivo de energía, ignorando que su desarrollo implica un mayor consumo energético. Según Samuel Martín Sosa, esta visión genera un espejismo de solución, ya que la tecnología no puede resolver la limitación de los recursos naturales. Aunque sus beneficios sociales son innegables, también ha sido cómplice en la generación del cambio climático, al facilitar el acceso a combustibles fósiles.

 

Creer que la tecnología reducirá el consumo energético es una narrativa promovida por centros de poder que buscan mantener el statu quo. Este enfoque, además de no abordar las causas del problema, refleja una arrogancia peligrosa al intentar manipular sistemas complejos como el clima. Postergar decisiones críticas para el futuro es aceptar que no habrá un mañana en el que podamos actuar. Manipular el clima con tecnología no solo es imprudente, sino que puede tener consecuencias catastróficas.

 

Por otro lado, los países que históricamente han contribuido menos al cambio climático se enfrentan a un dilema. Muchas de estas naciones, ubicadas en el sur global, lidian con la paradoja de necesitar desarrollarse económicamente mientras enfrentan los peores impactos del calentamiento global: pérdida de tierras, migraciones forzadas y destrucción de ecosistemas. El Fondo de Pérdidas y Daños, discutido en múltiples COP previas, sigue sin recibir aportes significativos, y su implementación parece ser más una promesa distante que una realidad inmediata.

 

Para finalizar, es relevante señalar que, a pesar de escribir sobre un escenario poco alentador para revertir el cambio climático, existe un actor fundamental para contravenir los deseos de las minorías que lideran los países: la sociedad civil, la cual debe exigir, no solo compromisos más ambiciosos, sino también una mayor transparencia y participación en la toma de decisiones. En la región desde la que escribo, la latinoamericana y caribeña, destaca la Plataforma Latinoamericana y del Caribe por la Justicia Climática. Estos proyectos, desde la sociedad civil organizada, son una semilla de utopía para revertir el cambio climático.

 

Es urgente que, como humanidad, adoptemos una perspectiva de largo plazo que valore nuestra casa común: la Tierra. Esto requiere un cambio profundo en nuestra forma de pensar y actuar, donde las soluciones colectivas y vinculantes se conviertan en la norma y no en la excepción. Si postergamos decisiones críticas, el futuro no será solo incierto, sino inexistente. La pregunta que debemos hacernos al iniciar el 2025 es simple, pero crucial: ¿Estamos dispuestos a cambiar para garantizar un futuro compartido?

 

Fuentes de consulta

 

BBC News mundo (2024). Por qué es controversial que la COP29 sea en Azerbaiyán (cuyo presidente dice que el petróleo es "un regalo de dios").  https://www.bbc.com/mundo/articles/cje0zp14lpzo  

 

Escrivá, Andreu (2023). (2da edición). Contra la sostenibilidad. Por qué el desarrollo sostenible no salvará al mundo (y qué hacer al respecto). Barcelona: ARPA.

 

Fraser, Nancy (2023). Capitalismo caníbal. Ciudad de México: Siglo XXI Editores.

 

Pacto mundial (2024). COP29: conclusiones de una cumbre marcada por la financiación climática. https://www.pactomundial.org/noticia/cop29-financiacion-climatica/  

 

Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (2024). Informe sobre la Brecha de Emisiones 2024. https://wedocs.unep.org/bitstream/handle/20.500.11822/46443/EGR2024_ESSP.pdf?sequence=23&isAllowed=y  

 

Rich, Nathaniel. (2019). Perdiendo la tierra. La década en que podríamos haber detenido el cambio climático. Madrid: Capitan Swing.

 

Sosa, Samuel Martín (2016). Tecno-optimismo climático: el escapismo tecnológico frente al calentamiento global. Geoengineering Monitor. https://www.geoengineeringmonitor.org/es/tecno-optimismo-climatico 

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