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Soft Power y Relaciones Internacionales: el fútbol como estrategia de poder blando

21 oct 2025

Malena Lang Hall

El fútbol siempre fue pasión, emoción, rivalidad. Mueve a millones de personas, mueve sueños pero también mueve percepciones. Y ahí es donde entra el verdadero juego: cómo un país puede aprovechar ese fenómeno para mejorar su imagen ante el mundo. Cada mundial, cada camiseta y cada sponsor representa un movimiento estratégico que va más allá de la cancha. 


‘Fly Emirates’ en la del Real Madrid, ‘Etihad Airways’ en la del Manchester City o ‘Riyadh Air’ y ‘Visit Rwanda’ en la del Atlético Madrid no son simples publicidades: son mensajes de poder, diplomacia y posicionamiento internacional. Son países que encontraron en el fútbol una forma de mostrarse al mundo, de limpiar su imagen o de ganar relevancia en el mapa global. 


El politólogo Joseph Nye lo llamó soft power: la capacidad de atraer e influir sobre otros sin usar la fuerza, sino a través de la cultura, los valores o la imagen de un país. Y pocas cosas representan mejor esta idea que el fútbol. Un gol puede emocionar a millones y, al mismo tiempo, servir como vehículo de identidad nacional, reputación e influencia.


Qatar lo entendió a la perfección. Su inversión en el Paris Saint-Germain y la organización del Mundial 2022 no fueron simples caprichos deportivos. Fueron parte de una estrategia pensada para reposicionar al país en la escena internacional. Fue una forma de decirle al mundo “miren, somos más que un país petrolero en el desierto; somos un actor global”. Y funcionó. Por un mes, el mundo entero habló de Qatar. No siempre bien, es cierto, pero logró algo más difícil: que todos lo miraran. Mostró modernidad, infraestructura y ambición. En otras palabras, jugó su propio partido en el terreno del poder blando. Y ahora, como si la historia quisiera repetirse, la final de la Finalissima entre la Selección Argentina y España podría jugarse en Qatar. Otra vez, la batalla de Lusail. 


Por su parte, Ruanda hizo algo parecido, pero con un objetivo distinto. Después del genocidio de 1994, el país cargaba con una imagen difícil de revertir. Así nació la campaña ‘Visit Rwanda', visible en las camisetas del Arsenal y el Atlético Madrid. Fue más que un intento de atraer turistas, fue un mensaje de transformación: pasar de ser recordado por el horror a ser reconocido por su capacidad de reconstruirse. Millones de hinchas, quizás sin saberlo, empezaron a asociar a Ruanda con algo distinto.


El fútbol se convierte así en una forma de soft power: una cancha donde los países también juegan, pero por prestigio, identidad y admiración. Cada camiseta, cada estadio y cada transmisión son una oportunidad para contarle al mundo una historia distinta sobre quiénes son y qué representan.


Porque mientras las noticias políticas suelen dividir, el fútbol une. Lo vimos con la relación entre Argentina y Bangladesh a partir del Mundial 2022: miles de bangladesíes celebrando los goles de Messi, la bandera argentina en las calles de Daca (capital de Bangladesh), derivando en la reapertura de una embajada argentina. Ningún discurso diplomático hubiera logrado tal efecto tan rápido.



Ese es el poder del fútbol. No solo apasiona: construye vínculos, proyecta imágenes y mueve sentimientos. Y en una época en la que todo compite por atención, emoción y reputación, el fútbol sigue siendo un idioma que todos entienden. No hace falta traducirlo, no hace falta explicarlo. Por eso, los países que logran entrar en ese mundo no solo ganan presencia, sino también identidad y admiración.


Cada vez más países usan el fútbol como herramienta de política exterior; los estadios reemplazan a las embajadas, y los hinchas son los nuevos embajadores. Algunos buscan mejorar su imagen, otros atraer inversiones o turismo, y otros simplemente ganar presencia global. Pero todos entienden que hoy, la diplomacia también se juega en la cancha.


De cara al Mundial 2026, organizado por Estados Unidos, México y Canada, esta lógica quedara aun mas evidente: el Mundial no solo es un megaproyecto deportivo sino también un escenario donde se disputará influencia y reputación frente a la mirada del mundo. 


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