
Malena Lang Hall
25 sept 2025
Este texto explora los desafíos y oportunidades para los internacionalistas en un mundo globalizado y digital.
¿Qué significa ser internacionalista en un mundo que nunca duerme? La globalización ya no se explica solo en manuales de Relaciones Internacionales ni en negociaciones a puertas cerradas: hoy circula en hashtags, titulares virales y videos de treinta segundos que dan la vuelta al planeta en minutos. La información fluye sin pausa, pero junto a ella también crecen las fake news, la desinformación y los discursos que moldean percepciones.
La hiperconectividad nos rodea. Vivimos en una época en la que cualquier persona puede opinar sobre una guerra desde su celular y donde un rumor en redes puede tener más impacto que un comunicado diplomático. En este escenario, el internacionalista ya no es solo un observador de los grandes procesos: se convierte en un actor que debe aprender a moverse entre el ruido digital, la diplomacia que migra a las pantallas y la necesidad de distinguir hechos de ficción.
Ser internacionalista hoy implica hacerse cargo de una paradoja: tenemos más acceso a información que nunca, pero también más riesgo de perder claridad entre tanto exceso. Y ahí surge el verdadero desafío: ¿cómo ejercer este rol en tiempos de hiperconectividad, fake news y diplomacia digital?
La avalancha de información y el problema de las fake news
Más información no siempre significa más conocimiento. Esta es quizás una de las frases que mejor define el momento que atravesamos actualmente. Hoy podemos acceder en segundos a documentos oficiales, declaraciones o bases de datos. Sin embargo, al mismo tiempo, la circulación de noticias falsas y contenidos manipulados se ha convertido en un desafío cotidiano para cualquiera que intente entender la política internacional.
Un ejemplo reciente es la iniciativa del gobierno de Egipto, que en mayo de 2025 organizó la cuarta edición de la Cumbre Egipcio-Europea de Liderazgos Juveniles en Medios de Comunicación. Durante este evento, se buscó instruir a estudiantes de periodismo sobre la importancia de combatir evitar las noticias falsas y “rumores” a través de los medios de comunicación y redes sociales. Sin embargo, también se enfatizó la necesidad de un control gubernamental del panorama mediático para proteger la “seguridad nacional”. Este escenario plantea interrogantes sobre equilibrar las políticas de control de la desinformación con la preservación de la libertad de prensa. el equilibrio entre la lucha contra la desinformación y la preservación de la libertad de prensa.
De esta forma, el caso egipcio resalta una paradoja: mientras que el trabajo lucha contra las fake news es esencial, también es crucial garantizar que los mecanismos para reducirlas combatirlas no se utilicen para restringir la libertad de expresión. Aprender a moverse entre la verdad, la censura y la desinformación constante es uno de los retos de cualquier internacionalista hoy.
Juventud e internacionalismo: una nueva mirada
En un mundo donde las noticias de todo lo que ocurre en tiempo real se viralizan en segundos, ser joven en la política internacional significa enfrentarse a preguntas que antes no existían: ¿cómo comunicamos un conflicto global en 280 caracteres o en videos de menos de un minuto? ¿Cómo diferenciamos la información verdadera de la desinformación viral? ¿Cómo participamos de la realidad internacional sin estar en un salón diplomático?.
Esta generación no solo observa, sino que analiza, comparte y sobre todo, cuestiona; aporta dinamismo y nuevas perspectivas que pueden cambiar la manera en que entendemos y practicamos el internacionalismo y un claro ejemplo de esto se ve en la diplomacia digital. Embajadas que abren cuentas de TikTok para acercarse a públicos jóvenes, organismos internacionales que lanzan campañas en Instagram o X (anteriormente conocida como Twitter) para concientizar sobre crisis humanitarias o cambio climático, o jóvenes internacionalistas que generan contenido propio en redes para explicar conflictos globales de manera sencilla: todos ellos muestran cómo el conocimiento digital puede complementar la formación tradicional. Esta mirada fresca permite traducir mensajes complejos de forma accesible para todo tipo de público, aumentando el impacto entre audiencias más amplias.
Un ejemplo concreto de cómo la juventud y las instituciones se adaptan a la diplomacia digital y, al mismo tiempo, a luchar contra la desinformación, se vio recientemente en México. La Embajada de Estados Unidos advierte a migrantes sobre un video difundido en la red social TikTok que muestra la ruta para llegar de manera ilegal desde Puebla, en México a Los Ángeles, California, en Estados Unidos.

Otro hecho vinculado con las fake news y el impacto que tienen en la sociedad, se vincula con un video que circula en redes sociales que afirma que, a partir del 1 de octubre, supuestamente se implementará en Estados Unidos una medida que permitirá a los migrantes solicitar un permiso de trabajo de cinco años. La Embajada de Estados Unidos en México salió a aclarar que esta información es falsa, sosteniendo que las políticas migratorias no han cambiado y que la frontera está cerrada a la migración ilegal.

Lo que demuestran estos ejemplos es que la habilidad de cuestionar y analizar se ha vuelto un pilar en el plano internacional. No se trata solo de recibir información, sino de entenderla y ponerla en duda cuando es necesario, y esa es justamente una de las fortalezas de los jóvenes internacionalistas. Mientras que las estructuras tradicionales de las Relaciones Internacionales muchas veces priorizan jerarquías y protocolos, la juventud puede preguntarse: ¿por qué seguimos haciendo las cosas así? ¿Qué otras voces estamos dejando afuera en el debate global? ¿Cómo podemos innovar en la forma de comunicar y analizar la política internacional? Esto está lejos de ser una amenaza: es una oportunidad para repensar estrategias y adaptarlas a los tiempos actuales.
Además, el internacionalista joven se enfrenta a desafíos que no existían hace unas décadas. Desde el manejo de la sobreinformación y la desinformación, hasta la necesidad de generar análisis rápidos sin perder precisión, la juventud requiere desarrollar habilidades críticas y analíticas combinadas con fluidez digital. La capacidad de verificar datos y anticipar tendencias se vuelve tan importante como conocer tratados o teorías clásicas.
La juventud, con su flexibilidad, creatividad y familiaridad con la tecnología, se convierte en un recurso estratégico para navegar en un mundo que nunca duerme, lleno de información y fake news. La pregunta es inevitable: ¿cómo puede esta generación asumir este rol con responsabilidad y al mismo tiempo transformar la manera en que entendemos las Relaciones Internacionales?






