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Control, bloqueo y guerra: el idioma del poder tradicional regresa. Agenda Global de la primera semana de octubre 2025



El mundo actual parece inclinarse cada vez más hacia el cierre que hacia la apertura. Los Estados, enfrentados a desafíos internos y externos, optan por mecanismos de restricción: control de territorios, limitación de la movilidad humana, paralización institucional, bloqueo de la información o incluso un cambio en la forma de narrar el poder. Lo que en principio son decisiones aisladas, en conjunto muestran un patrón: la política global avanza sobre la lógica del control.


En distintos rincones del mundo, las decisiones de los gobiernos esta semana dejaron ver cómo se ejercen los límites del poder. Un ejemplo concreto llega desde Gaza: Israel detuvo una flotilla de activistas que buscaba llevar ayuda humanitaria a la franja, frenando un esfuerzo de solidaridad internacional por motivos de seguridad y control territorial. La situación refleja cómo, incluso en medio de necesidades urgentes, las fronteras y los intereses estratégicos definen quién puede moverse y quién no. Los barcos transportaban alimentos, medicamentos y material de asistencia básica, pero fueron interceptados antes de poder acercarse a las costas de Gaza, en una operación que el gobierno israelí defendió como necesaria para evitar la entrada de elementos que podrían ser utilizados por grupos armados. Además, Israel ha ridiculizado a los activistas y a otras iniciativas similares señalandolas como ‘yates para selfies’ cuyo único propósito era ganar publicidad.


Imagen recuperada de Swissinfo
Imagen recuperada de Swissinfo

Las ayudas humanitarias, que deberían ser un puente de cooperación, chocan con un tablero de poder donde la seguridad y los intereses estratégicos pesan más que la solidaridad. Este mismo patrón se repite de otra manera en Estados Unidos, donde la administración Trump continúa endureciendo las vías legales de inmigración, remarcando que 'Estados Unidos está lleno'. A pesar de las críticas de organizaciones internacionales y de la comunidad civil, se reforzaron medidas que dificultan el ingreso de personas que buscan refugio o una oportunidad laboral de manera regular, mientras simultáneamente se intensifica la persecución de quienes ingresan de manera irregular.


Desde su primer día en la Casa Blanca, Trump firmó una orden ejecutiva que suspende indefinidamente la admisión de refugiados porque, dijo, "en los últimos cuatro años, Estados Unidos ha sido inundado con niveles récord de inmigración" y "carece de la capacidad para absorber un gran número de inmigrantes". Posteriormente, en el mes de junio, todos los solicitantes de visas deben facilitar la información de sus cuentas en redes sociales para que puedan ser examinadas en busca de "cualquier indicio de hostilidad hacia los ciudadanos, la cultura, el gobierno, las instituciones o los principios fundacionales de Estados Unidos"


Al igual que con los barcos detenidos en Gaza, se trata de decisiones donde el control sobre la movilidad y el acceso se convierte en un instrumento de poder: los Estados deciden quién puede entrar, quién tiene permiso y quién queda afuera.


Imagen recuperada de BBC
Imagen recuperada de BBC

Este mismo patrón de restricción se extiende al cierre del gobierno federal estadounidense, conocido como ‘shutdown’. A diferencia de otros países, donde un retraso en la aprobación del presupuesto no implica suspender operaciones del Estado, en Estados Unidos la falta de acuerdo significa que el Gobierno no puede gastar y debe detener parte de sus funciones. Desde que el Congreso de Estados Unidos instauró el proceso presupuestario moderno en 1976, se han registrado 20 interrupciones de financiamiento, según la Comisión para un Presupuesto Federal Responsable.


La incapacidad de alcanzar acuerdos presupuestarios dejó a millones de personas con servicios suspendidos, empleados federales sin cobrar y agencias funcionando a medias o directamente paradas. Museos cerrados, parques nacionales inaccesibles, trámites de visado demorados. La rutina diaria se transformó en un recordatorio de que las disputas políticas no son abstractas: tienen impacto real y tangible sobre la sociedad, quien debe cargar con el peso de las consecuencias.


Pero la historia no termina ahí. En continuidad a la orden ejecutiva que el presidente Donald Trump firmó para cambiar el nombre del Departamento de Defensa a “Departamento de Guerra”, se iniciaron de reformas internas que buscan transformar la cultura militar desde adentro. En un mensaje dirigido a los generales y almirantes de sus Fuerzas Armadas, se endurecieron los estándares físicos y de actitud, exigiendo que todos los miembros cumplan con una disciplina rigurosa tanto en forma, implicando entrenamientos todos los días de la semana, como en presencia, la apariencia personal se volvió un indicador de profesionalismo: cortes de cabello uniformes, prohibición de barbas y estrictas normas de aseo.


Imagen recuperada de The New York Times
Imagen recuperada de The New York Times

Estas medidas también impactan en la participación de mujeres, ya que se busca mantener “estándares de masculinidad” supuestamente necesarios para ganar las guerras en las que Estados Unidos participe. Además, se criticaron y eliminaron políticas de diversidad e inclusión, promoviendo una cultura más homogénea y centrada en la fuerza y la obediencia estricta. Segun Pete Hegseth, secretario del Departamento de Guerra, esta transformación busca restaurar valores tradicionales de la institución: preparación para la guerra, disciplina férrea y unidad, adoptando un enfoque más ofensivo y menos reactivo.


Si en Estados Unidos y Gaza los gobiernos controlan el acceso a servicios, ayuda o fronteras, en Afganistán el control se hace sentir de otra manera: a través de la información. Los talibanes impusieron un bloqueo indefinido a internet, dejando a millones de personas desconectadas, sin poder comunicarse, trabajar, informarse, dejando a millones de personas sin acceso a servicios esenciales como educación en línea, atención médica y servicios bancarios. Este tipo de restricciones muestra que no solo se trata de decidir quién entra o quién recibe ayuda: el poder también puede limitar lo que vemos, lo que compartimos y lo que podemos hacer en la vida diaria.


La medida fue justificada por las autoridades talibanes como parte de una campaña para “prevenir la inmoralidad”, citando preocupaciones sobre contenidos en línea que consideran inapropiados. Sin embargo, esta explicación ha sido ampliamente rechazada por organizaciones internacionales, que señalan que el verdadero objetivo es consolidar el control del régimen sobre la población y restringir el acceso a la información. La ONU y grupos como Human Rights Watch han condenado el apagón, advirtiendo que profundiza la crisis humanitaria y limita las oportunidades de las mujeres y niñas, que ya enfrentan severas restricciones en su acceso a la educación y al empleo.


Este bloqueo de internet no sólo aisló a Afganistán del mundo exterior, sino que también mostró cómo el control de las comunicaciones digitales se ha convertido en una herramienta clave para los gobiernos autoritarios, similar a cómo se controlan las fronteras físicas o los recursos básicos. La diferencia es que, en este caso, el muro es invisible, pero igualmente efectivo.


Si algo quedó claro esta semana es que el poder no siempre se muestra en soldados o muros, a veces se esconde en decisiones, bloqueos y apagones. Desde Gaza hasta Washington y Kabul, los gobiernos deciden quién entra, quién sale y hasta donde llegan sus ordenes. Los límites son invisibles, pero sus efectos se sienten en cada vida. Si algo se puede aprender es que controlar hoy no es solo cuestión de fuerza, sino de quién maneja la información, los recursos y las reglas del juego. Y eso, cambia todo.





 
 
 

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