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“El pacifismo” sin premio de Donald Trump: la paz según los poderosos. Agenda Global de la tercera semana de octubre 2025


Después de que el pasado 8 de octubre el presidente estadounidense Donald Trump presentara su plan con 20 puntos que, en teoría, traería la paz a Palestina tras dos años de genocidio, el documento excluye la participación activa del pueblo palestino. Las negociaciones se llevaron únicamente entre Israel y Estados Unidos, lo que resultó en un plan vago e inconsistente, que podría agravar el conflicto. No se puede hablar de paz cuando una de las partes directamente afectadas es marginada del proceso. 

Para Trump, la paz parece ser una mezcla entre política y negocios, donde el “acuerdo” implicaría para el pueblo palestino una nueva forma de ocupación extranjera disfrazada de reconciliación. Además, refleja una falta de reconocimiento histórico que se remonta a los orígenes del movimiento sionista a finales del siglo XIX, cuando Palestina era concebida como una tierra casi vacía, lista para acoger el “hogar nacional judío” .


Imagen recuperada de France24
Imagen recuperada de France24

Tras la presentación del plan,  el lunes 13 de octubre se llevó a cabo la Cumbre de Paz de Sharm el-Sheikh en Egipto, en la que participaron alrededor de 30 líderes mundiales, entre ellos el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres; el de la Liga Árabe, Ahmed Abul Gheit; y el presidente del Consejo Europeo, António Costa.


Imagen recuperada de Sana.sy
Imagen recuperada de Sana.sy

Trump le ha llamado «el amanecer histórico de un nuevo Oriente Medio»; sin embargo, este plan representa únicamente un alto al fuego a un conflicto que ha perdurado por décadas y que responde más a las exigencias del momento que a una búsqueda genuina de paz. 

Además, resulta fundamental señalar que esta propuesta se complementa con el llamado plan «Gaza Riviera» del ex primer ministro británico Tony Blair. En el punto nueve del plan de 20 puntos, Trump plantea la creación de  “ un nuevo organismo internacional de transición”, la “Junta de la Paz”, que estará encabezada y presidida por él mismo, junto con otros jefes de Estado aún por anunciar, entre ellos el propio Tony Blair. 


Durante esta semana el plan ha mostrado sus primeros resultados con la liberación de 250 presos condenados a cadena perpetua y la excarcelación de 1,700 detenidos en Gaza, como parte de la primera fase del acuerdo. Además de iniciarse la entrada de los primeros camiones de ayuda humanitaria que según el plan, deberían de ser 600 camiones al día.

Sin embargo, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abá sigue reiterando su esperanza en que el acuerdo conduzca a la creación de un Estado palestino independiente, si se completa la primera fase del plan, se seguiría con las negociaciones que según Trump si ambas partes la aceptan, la guerra "terminaría inmediatamente".



Uno de los mayores problemas que plantea el documento es la ausencia de una definición del Estado palestino y la omisión total de Cisjordania. Tampoco incorpora los principios del Derecho Internacional, como el reconocimiento de Palestina por parte de Estados Unidos e Israel. En cambio, el plan asigna  a la autoridad palestina un papel limitado, restringido a la gestión de asuntos locales y funciones auxiliares de la policía israelí. 


Expertos consideran que este esquema se asemeja a un protectorado estadounidense-israelí-golfo, en el que se prevé una presencia prolongada del ejército israelí, que apenas retrocedería en el terreno. Mientras tanto, continúa la anexión progresiva de Cisjordania, consolidando una realidad de ocupación cada vez más difícil de revertir. 

La paz que proponen Netanyahu y Trump no representa una solución duradera; el verdadero camino reside en que ambos pueblos, tras décadas de tragedia y despojo, aprendan a coexistir y reconozcan las similitudes históricas que los unen. 


Por otro lado, Donald Trump se mantiene activo en otros frentes. Ha ampliado su ofensiva contra el narcotráfico en el sur del Caribe, autorizando en secreto una operación de la CIA en Venezuela como parte de su campaña contra el presidente Nicolás Maduro. Durante semanas, se ha registrado un despliegue militar en la región, mientras Washington ha abandonado los canales diplomáticos con el líder venezolano ante su negativa a ceder a las presiones de Trump para que renuncie a su cargo. 


Esta estrategia, diseñada por el secretario de Estado Marco Rubio —con la colaboración de John Ratcliffe, director de la CIA—, tiene como objetivo derrocar al gobierno de Maduro y consolidar la influencia estadounidense en la región.

Finalmente, en el contexto de la guerra entre Rusia y Ucrania, el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskiy busca el apoyo de Estados Unidos con armas de largo alcance; sin embargo, Trump insiste en promover un alto al fuego que, como se evidenció en la Cumbre de Alaska, no ha producido resultados concretos.


El mandatario estadounidense, quien afirma haber “puesto fin a siete guerras” —según declaró en la Asamblea General— y presume su “éxito” reciente en Palestina, sostiene que alcanzar un acuerdo de paz será más sencillo gracias a su relación personal con Vladímir Putin. No obstante, ha decidido retrasar el envío de apoyo militar a Ucrania para no afectar el proceso de negociación, tras una advertencia del Kremlin.

Tras una llamada entre ambos líderes, Trump y Putin acordaron celebrar una cumbre en Budapest dentro de dos semanas, con el objetivo de discutir las condiciones para poner fin a la guerra en Ucrania.

Imagen recuperada de Reuters
Imagen recuperada de Reuters

Esta semana evidencia que la paz sigue siendo negociada por quienes concentran el poder económico, político y militar, y no por quienes padecen las consecuencias directas de los conflictos. 


Las naciones que se oponen a los intereses de Donald Trump rara vez pueden hacerlo sin represalias inmediatas, perpetuando así el dominio del más fuerte y reduciendo la paz a una cuestión de conveniencia política, más que a un compromiso con la justicia y los derechos humanos.


Por último, el Premio Nobel de la Paz para María Corina Machado, líder de la oposición en Venezuela y quien, de acuerdo con el Comité Noruego del Nobel "ha ayudado a mantener encendida la llama de la democracia frente a una oscuridad creciente"sigue generando opiniones entre especialistas y líderes internacionales. Particularmente, que Machado haya dedicado su premio a Donald Trump y este haya declarado que no la conoce, aunque reconoció que era una "mujer muy amable" por haberle dedicado el galardón. Aunque se sabe que este premio es más político que técnico, la labor que otras personas activistas han realizado en favor de la paz en contextos más adversos, parece haber pasado desapercibida por el Comité que ha galardonado desde personalidades como Barak Obama y Juan Manuel Santos en 2009 y 2016, respectivamente, hasta organizaciones como Médicos Sin Fronteras y el Comité Internacional de la Cruz Roja por su labor humanitaria. La pregunta sigue siendo ¿qué criterios se debes considerar para entregar tan distinguido premio?


 
 
 

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