El tablero global en movimiento: la democracia elige, el poder se impone. Agenda Global de la cuarta semana de octubre 2025.
- Global Thought MX
- 27 oct
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Hay escenarios donde la legitimidad nace en las urnas y otros donde se proclama desde la fuerza. Mientras algunos Estados disputan el poder mediante elecciones, otros lo reafirman a través de demostraciones militares o presiones diplomáticas. La distancia entre quién gobierna puertas adentro y quién ordena el sistema internacional hacia afuera es cada vez más visible: el voto define la administración, pero la geopolítica define la jerarquía. Y en ese desajuste permanente aparece la verdadera disputa por el orden actual.
La reciente elección de Sanae Takaichi como primera ministra de Japón marca un hito histórico en la política nipona. A sus 64 años, Takaichi se convierte en la primera mujer en asumir el cargo, rompiendo una barrera de género en una nación conocida por su conservadurismo político. Su ascenso al poder se produce en un contexto de cambios significativos dentro del Partido Liberal Democrático (PLD), que ha enfrentado desafíos electorales y ha formado una coalición con el Partido de Innovación de Japón. Takaichi, ex ministra de Seguridad Económica, ha prometido fortalecer la defensa nacional y reforzar los lazos con Estados Unidos.

Por su parte, el presidente Donald Trump realizará una visita oficial a Japón la semana próxima, ofreciendo una gran oportunidad para reforzar aún más su alianza. El viaje del mandatario norteamericano se realizará dos semanas después de que Washington haya manifestado su expectativa de que Japón deje de importar energía rusa.
A pesar de ser un hito histórico en términos de género, su nombramiento ha sido recibido con cautela debido a sus políticas conservadoras y su enfoque en temas como la defensa nacional y las relaciones con países vecinos. En términos políticos, declaró 'La estabilidad política es esencial. Sin estabilidad política no podemos impulsar medidas para una economía sólida ni una diplomacia fuerte'.
Además, su postura en temas sociales, como la oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo y la visita al santuario Yasukuni, ha generado tensiones con países vecinos como China y Corea del Sur, que consideran estas acciones como símbolos de militarismo y nacionalismo.
En paralelo a las elecciones en Japón, Bolivia redefine su rumbo electoral. El país latinoamericano celebró su primera elección presidencial en segunda vuelta, un evento histórico que marcó el fin de casi dos décadas de dominio del Movimiento al Socialismo (MAS). La propuesta del presidente, Rodrigo Paz, incluía la creación de empleo, reformas institucionales, seguridad jurídica, el respeto a la propiedad privada y el fortalecimiento de los lazos con Estados Unidos. En palabras del actual presidente, 'Bolivia vuelve a recuperar paso a paso su lugar en el escenario internacional'.
El Secretario de Estado norteamericano, Marcos Rubio felicitó al nuevo presidente por su triunfo electoral, destacando que representa una gran oportunidad para ambos países. Rubio declaro que “Estados Unidos está dispuesto a colaborar con Bolivia en prioridades compartidas, como el fin de la inmigración ilegal, la mejora del acceso a los mercados para la inversión bilateral y la lucha contra las organizaciones criminales transnacionales para fortalecer la seguridad regional”.
La victoria de Paz representa un cambio significativo en el panorama político de Bolivia, reflejando un deseo de cambio entre los votantes que buscan una alternativa a la gestión del MAS. Sin embargo, el nuevo presidente enfrentará desafíos importantes, incluyendo una economía en crisis con alta inflación, escasez de combustible, y un Congreso fragmentado que requerirá negociaciones para aprobar reformas clave.

Tras la elección de Rodrigo Paz, Estados Unidos busca consolidar su influencia en la región, intensificando sus relaciones diplomáticas y extendiendo operaciones contra el narcotráfico hasta el Pacífico, frente a las costas venezolanas.
Esta semana, la administración Trump ha escalado su campaña contra el narcotráfico, llevando a cabo dos ataques aéreos en menos de 24 horas contra presuntas narcolanchas en el Pacífico. Uno de estos ataques se produjo frente a las costas de Colombia, en medio de la creciente tensión entre Trump y el presidente colombiano Gustavo Petro. El secretario de Defensa de EE. UU., Pete Hegseth, calificó estas operaciones como parte de una ofensiva contra “narcoterroristas”,comparándolos con miembros de Al Qaeda. Hasta el momento se estima que al menos 37 personas han perdido la vida como consecuencia de los ataques norteamericanos contra supuestos barcos narcos, generando críticas por la falta de evidencia pública y la ausencia de aprobación del Congreso de EE. UU.
Además, el presidente Trump ha acusado al régimen de China de traficar fentanilo a través de Venezuela para evadir los controles de EE. UU., lo que ha tensado aún más las relaciones con Caracas. En respuesta, el presidente venezolano Nicolás Maduro ha advertido que Venezuela posee más de 5.000 misiles de defensa antiaérea rusos lgla-S, buscando “garantizar la paz y estabilidad” frente a lo que considera una amenaza externa.

En paralelo, la diplomacia internacional se ve afectada por la suspensión de la reunión programada entre los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin en Budapest. La decisión de cancelar la cumbre se debió a la falta de avances en las negociaciones sobre el conflicto en Ucrania, especialmente después de que Rusia rechazara un alto el fuego inmediato. Trump expresó 'no quiero una reunión inutil, no quiero perder el tiempo'. Por su parte, el Kremlin señaló que no se habían establecido fechas definitivas.

La suspensión de la reunión entre ambos líderes no sólo expone el deterioro del canal diplomático, sino que fue seguida por una nueva demostración de fuerza: Rusia bombardeó un jardín de infantes en territorio ucraniano horas después de la cancelación. Este hecho evidencia cómo, cuando se bloquea la vía política, las potencias redirigen el mensaje al terreno militar, utilizando la escalada bélica como herramienta de presión, y confirma que las tensiones geopolíticas ya no se negocian únicamente en las cumbres, sino también en el campo de batalla.
En un tablero global en movimiento, los actores intentan reposicionarse y ampliar su influencia mientras se redefine el equilibrio de poder. Las transiciones políticas y las tensiones entre potencias ya no se leen como hechos aislados, sino como parte de una disputa más amplia por liderazgo. La pregunta que queda abierta es si este proceso derivará en mayor cooperación o en una nueva etapa de confrontación.










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