Paz ¿sin derechos humanos? Agenda Global del 3 al 10 de octubre
- Global Thought MX
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La Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada el 10 de diciembre de 1948 establece treinta artículos en defensa a los derechos y libertades fundamentales de los humanos. Este documento representa un compromiso con la libertad, la justicia, la igualdad y la paz; sin embargo, en el contexto actual, su respeto se ha puesto en duda. Las noticias de esta semana evidencian que la violación de derechos humanos es más recurrente a nivel mundial: represiones, negociaciones y legislaciones en contra de la acción ciudadana marcaron la agenda de los últimos días. Asimismo, las crisis políticas y demandas sociales han sido relevantes para evidenciar los disturbios nacionales e internacionales, convirtiéndose en el centro de las noticias más recientes.
Tras la interceptación de las embarcaciones de la Flotilla Global Sumud por fuerzas israelíes en aguas internacionales, civiles y activistas que buscaban llevar apoyo humanitario a Gaza fueron reprimidos. Aproximadamente 450 personas fueron arrestadas, trasladadas y retenidas en Israel, denunciando maltratos y condiciones deplorables. Esta semana iniciaron las deportaciones de las personas partícipes en la Flotilla y los testimonios que emergen tras su liberación revelan una severa violación a los derechos humanos. Las denuncias señalaron que las y los activistas fueron sometidas a condiciones de hacinamiento, en las que fueron esposadas, privadas del sueño, alimentos en buen estado y agua potable. Además, de ser víctimas de violencia física, tratos humillantes y el despojo de sus pertenencias. Su único crimen: intentar llevar apoyo humanitario a Gaza y posicionarse en contra del genocidio.

No obstante, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel negó dichas aseveraciones y aseguró haber respetado los derechos de las y los detenidos. Ahora bien, las autoridades israelíes no fueron las únicas para demeritar el papel de los activistas de la Flotilla. Posterior a las primeras deportaciones, la reacción del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no se hizo esperar, ya que este lunes 6 de octubre hizo fuertes declaraciones en contra de la activista sueca Greta Thunberg, a quien tachó de “alborotadora” y sugirió que tenía problemas de ira. Lo anterior permite cuestionar ¿en qué momento alzar la voz, luchar por causas justas y abogar por los derechos humanos se convierte en un problema?

A la par de la intercepción de la Flotilla, la semana comenzó con intensas negociaciones en Egipto, en dónde se buscaba establecer una nueva iniciativa de alto al fuego en Gaza. Así, el pasado 8 de octubre, a dos años y un par de días de los combates entre Israel y Gaza, Donald Trump anunció la primera fase de un acuerdo entre Israel y Hamás para el cese al fuego. El Plan de Paz insta a la liberación de los rehenes, el retiro de las fuerzas israelíes y la entrada de ayuda humanitaria. Es importante destacar que las negociaciones no fueron directas entre Israel y Hamás sino que fueron llevadas a cabo por representantes de Egipto, Estados Unidos, Qatar y Turquía.
Además, a pesar de dichas negociaciones por la paz, parte occidental del territorio palestino está bajo el control israelí. Esto alza dudas sobre las limitaciones territoriales para los primeros pasos del acuerdo que han sido bajo los parámetros de injerencia estadounidense.
En el mismo hilo de invasiones, negociaciones y violencia, las recientes declaraciones del miércoles 8 de octubre por parte del presidente Vladimir Putin y el viceministro de Asuntos Exteriores, Sergei Ryabkov, muestran que la invasión Rusia a Ucrania permanecerá. Putin afirmó que, en lo que va del año, las tropas rusas han capturado aproximadamente 5, 000 kilómetros cuadrados de territorio ucraniano y 212 localidades. Asimismo, Ryabkov reconoció que las posibilidades de alcanzar un acuerdo para poner fin a los combates habían cambiado a lo planeado en agosto, lo cual implica un desaire a las negociaciones de paz.
Ahora bien, la acción civil continuó como un peso relevante en esta semana. Sin embargo, lo preocupante fueron las reacciones de las autoridades gubernamentales. En Estados Unidos, la represión se vuelve una constante ante la amenaza de Donald Trump en invocar la Ley de Insurrección, la cual otorga la facultad al presidente de desplegar a las Fuerzas Armadas en situaciones que involucren insurrecciones, actos de rebelión o disturbios dentro del territorio nacional. Esta declaración fue respuesta a las protestas en distintas ciudades del país tras el inicio de la Operación Midway Blitz —una serie de redadas migratorias.
Por lo tanto, los gobiernos de Illinois y Oregón decidieron bloquear el despliegue de la Guardia Nacional en sus respectivos territorios en oposición a la presencia de tropas federales. Así, el mandatario republicano pretende apelar a una ley que no ha sido utilizada desde George Bush en 1992 para desplegar tropas que contengan las protestas en contra de su política migratoria. En este contexto, la Ley de Insurrección arremete en contra de la libertad de expresión y pone en duda la defensa de los derechos humanos, ya que la razón detrás de su invocación es una estrategia política disfrazada de seguridad nacional.

En Marruecos, ya van dos semanas que comenzó una ola de protestas para exigir mejoras sociales en cuestiones educativas, laborales y sanitarias. Estas movilizaciones fueron protagonizadas por jóvenes de la Generación Z, quienes salieron a las calles a demostrar su descontento con la desigualdad económica del país frente a la organización del Mundial de Fútbol de 2030, pues la inversión destinada al evento deportivo resulta impertinente para la sociedad marroquí. No obstante, las manifestaciones han sido reprimidas brutalmente. Amnistía Internacional ha reportado el uso de la fuerza ilegítima y detenciones arbitrarias masivas por las fuerzas de seguridad marroquíes. Este jueves las protestas continuaron y el viernes 10 de octubre, el rey Mohamed VI en su discurso anual subrayó la importancia de la justicia social; sin embargo, no mencionó las protestas que se llevan haciendo desde finales de septiembre.
Por otro lado, las crisis políticas en Francia y Perú destacaron en la agenda global. Esta semana, la escena política francesa se ha visto afectada por la renuncia del primer ministro Sébastien Lecornu, apenas 24 horas después de haber anunciado la formación de su gabinete. Su dimisión, presentada el lunes 6 de octubre, convirtió su mandato en el más efímero de la historia moderna de Francia. Esta decisión repentina se produjo en medio de una fuerte oposición parlamentaria al proyecto de presupuesto para 2026, lo que evidenció la fragilidad y división política francesa. No obstante, el 10 de octubre, Macron volvió a nombrar a Lecornu como primer ministro, lo cual ha generado críticas que exigen elecciones anticipadas o incluso la renuncia presidencial.
Por su parte, el viernes 10 de octubre, la presidenta de Perú, Dina Boluarte, fue destituida por el Congreso peruano, el cual declaró la vacancia por “permanente incapacidad moral”. En consecuencia, el presidente del Congreso, José Enrique Jerí Oré, asumió la presidencia interina. La destitución de Baluarte recae principalmente en la creciente indignación por la delincuencia y acusaciones de corrupción. Esta noticia muestra el clima político volátil que Perú ha atravesado en los últimos años, pues en la última década, sólo Ollanata Humala cumplió los cinco años presidenciales (2011-2016) establecidos en la Constitución del país.
Las noticias de esta semana exhiben las respuestas a un genocidio, a invasiones y a crisis políticas, pero también muestran una fuerte resistencia y participación social a nivel mundial.
La presión de la ciudadanía que levanta la voz ante injusticias, especialmente cuando los gobiernos no responden o incluso respaldan las violaciones a derechos humanos, se convierte en un eje clave. En ocasiones, la respuesta parece estar en la calle, en los mares y en las voces que exigen justicia. En otras palabras, en la resistencia. La labor que las personas —fuera de las élites— desempeñan en el mundo es cada vez más visible, más urgente y más necesaria ante la indiferencia e inacción.